Con la guía de los académicos Dr. Luis López y Dr. Andrés Fernández, el joven realizó su tesis de pregrado en torno a la reutilización de aguas grises y la selección de especies vegetales de bajo consumo hídrico.
Las plazas, idealmente con áreas verdes, son espacios públicos que dan sentido a la vida en comunidad. En ellas se reúnen los vecinos, ven crecer a los niños y comparten la cotidianeidad.
Precisamente con el objetivo de aportar a esa convivencia es que Rodrigo Carvacho, joven ingeniero en Construcción de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, desarrolló como trabajo de tesis el proyecto “Propuesta de sistemas de riego autónomo para áreas verdes en zona de escasez hídrica en la comuna de
La Ligua”.
“Los ingenieros en Construcción no sólo podemos dirigir proyectos de edificación, sino también diseñar propuestas y esto se da especialmente en el área hidráulica”, sostiene Carvacho, al entregar los detalles del trabajo que permitió proponer nuevas especies vegetales del tipo cubresuelos, rastreras y autóctonas del lugar; en una zona donde lo verde casi desaparece del paisaje.
Con la guía de los académicos Dr. Luis López y Dr. Andrés Fernández, de la Escuela de Ingeniería de Construcción y Transportes, el joven desarrolló una solución basada en la reutilización de aguas grises y la selección de especies
vegetales de bajo consumo hídrico. Para esto último se utilizó la metodología llamada “coeficiente de jardín” que describe las necesidades hídricas de las plantas y permite escoger los tipos que son susceptibles de plantar en
determinados lugares de acuerdo al agua disponible. Esto con el propósito de que sea sustentable, es decir, que pueda mantenerse en el tiempo.
Luego había que conseguir el agua, lo cual se hizo a través de la obtención de aguas grises- líquidos residuales aptos para ser reutilizables, ya sea para riego o recarga de inodoros- provenientes de residencias del sector a través de un Programa de Protección Familiar (PPF). Las principales fuentes de este recurso son: lavamanos, ducha, cocina y lavadero; estás dos últimas deben pasar por un proceso de liberación de grasas.
Para ello, el estudiante propuso la instalación de un estanque de almacenamiento de agua vertical, un filtro para conseguir la reutilización del agua, una bomba centrífuga para impulsar el líquido hacia los lugares deseados y un gotero para generar el mecanismo de riego. Cabe destacar que parte importante de este trabajo es que energía utilizada es de fuente solar, la cual es captada y almacenada mediante paneles solares conectados a una batería, siendo otro aspecto que da cuenta del carácter sustentable del proyecto.
En el proceso se plantearon dos sistemas de reutilización: Agua 2 Use y Yaku.
El primero recoge el agua proveniente del domicilio y tras pasarlo por una serie de filtros, se retiene el material particulado hasta cumplir el estándar del Reglamento de Reutilización de Aguas Grises que rige en Chile para ser utilizada para riego.
El segundo, más complejo, también toma las aguas provenientes de la vivienda, pasa por una serie de filtros, pero antes de ser utilizada, el agua filtrada pasa por un estanque de biofiltración y allí queda retenida entre 12 y 24 horas. La ventaja es que dicho estanque cuenta con microorganismos que se adhieren a la superficie del biofiltro “comiéndose” y degradando los contaminantes, entre ellos, el detergente, la materia orgánica, los fosfatos y los nitratos. Esta técnica, explica Carvacho, es más segura ya que permite ser monitoreada en tiempo real de manera remota por la empresa a cargo de su instalación, pudiendo analizar los parámetros y contenidos del agua producida de este proceso.
“Este tipo de proyecto nos permite generar áreas verdes de manera inteligente y eficiente de acuerdo a la disponibilidad de agua. Estamos hablando de que una vivienda, con una dotación de 4 habitantes y una dotación de 180 litros por cada uno al día, genera 400 litros de aguas grises diariamente. Al año serían 146 mil litros”, afirma Rodrigo Carvacho para tratar de graficar la cantidad de agua que se pierde y que puede ser aprovechada.
“No existe conciencia de que este recurso se puede reutilizar. Si la hubiera y las comunidades se coordinan para reutilizar, el impacto sería brutal”, remata.